(Foto real de mi amada mamá)
ERA MI MADRE
Mi madre ya estaba sola cuando enfermó de meningitis, ya mi padre la había abandonado por una bailarina de poca monta. Mi mamá era esforzada, y trabajaba mucho por sacarnos adelante a mi hermana y a mí, trabajaba inclinándose sobre una máquina de escribir en la oficina de un abogado.
Cuando de repente le sobrevino la meningitis. Estuvo un mes debatiéndose entre la vida y la muerte, y cuando sanó por un milagro de nuestro misericordioso Señor Jesucristo, los médicos no podían creerlo...Era el año 1,955 y la ciencia no había avanzado mucho en estos casos.
Mi mamá sufrió mucho desde niña, era demasiado pobre, tanto que cuando tomaba un vasito de leche de vez en cuando, le daba escalofríos, por la falta de costumbre, ya que a diario sólo tomaba té. Sus patines en su niñez fueron unas tablitas de madera, que ella hacía arrastrar en la vereda con sus pies. Y cada noche se quedaba dormida, abrazada a su muñeca. Aquella niña de orladas pestañas y verdes ojos de luz, amaba su muñequita de trapo.
Esa niña hermosa de apenas siete años, era obligada por mi abuela a cocinar cada mañana. Pero se trepaba sobre dos ladrillos, ya que con su pequeña talla, el alto fogón no alcanzaba. A veces también sus tiernas manos se quemaban.
Amigos, aquella niña fue mi madre.
Cuando mi padre abandonó el hogar no cumplía con el deber de pagar nuestra manutención, así que mi madre corría con todos los gastos de nosotras, como alimentos, luz, agua, alquiler del precario apartamento en que vivíamos, aunque mi abuelo paterno si nos pagaba el colegio. Mi madre fue valiente en sus años de soledad. Yo la admiro, pues nunca nos faltó a mi hermana y a mí ni un plato de comida en la mesa, mas sin embargo mi mamá se quitaba el pan de la boca porque a nosotras no nos faltara nada, y así fue como cayó enferma de tuberculosis tiempo después.
Pero por suerte el anciano abogado que era su jefe, corrió con los gastos de los antibióticos y mi madre pudo sanarse de las fiebres y la tos que le sobrevenía.
Ella siempre será una mujer valerosa ante mis ojos, una luz que se apagó ya hace nueve años. Una luz que nunca más volveré a ver, pero que sé que me alumbra desde el cielo que cobija su alma pura.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amada mamá
De mi poemario
"Nuestro huerto de música y versos"
Derechos reservados
Safe Creative Cta. 1006080193112