Me parece recordar el estruendo de los cuerpos, que cayendo estrellados contra los techos, o abiertos como flores holladas por el dolor, iban a dar contra el pavimento. Fue un infierno, dijeron entre lágrimas los que contemplaron el horror en aquella mañana lúgubre que cambió norteamérica y el mundo para siempre. Cuerpos que se lanzaron al vacío por el afán de huir de las llamas, fuego devorador que calcinaba hasta los huesos.
¿Quién podría olvidar lo que sucedió aquel infausto 11 de Setiembre? Mientras yo viva no se irán de mi memoria aquellos seres humanos lanzándose de los pisos más altos. Y el temor aún persiste. No será hoy, quizás tampoco mañana, pero algo dantesco algún día volverá a repetirse.
INGRID ZETTERBERG
De mi poemario
"Jardines de antaño"
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